Magnitud del deslizamiento es aterradora: más de 70 familias lo perdieron todo
Luis Iparraguirre, enviado especial
En medio de la incredulidad, el espanto y el dolor por perderlo todo, los damnificados del deslizamiento del cerro Shallapa en el distrito de Chavín de Huántar en Áncash, cuentan sus pérdidas con ambas manos, pero con la tranquilidad de estar con vida.
Desde un niño de 9 años, hasta un octogenario a quien tuvieron que cargar para salvarle la vida mientras el cerro caía en medio de una gigantesca ola de polvo, los vecinos del jirón Huiracocha forman un contingente de damnificados que se cuentan por decenas.
Bruno Nicolás Gonzáles, 9 años
El orgullo de la familia, su precoz habilidad para la narrativa hizo que la familia lo nombre como vocero para narrar la fatalidad vivida. “Me sentí muy asustado. Lloré al ver a mi mamá desesperada. Primero estaba durmiendo, y mi mamá desesperada me despertó diciendo ‘Shallapa se cae’. Luego salimos y de verdad se estaba cayendo. Tuve tiempo de sacar algo de ropa, mi colcha y mi celular”.
Lo que primero sintió fue la tierra deslizándose por detrás de su casa. Luego, añadió, hubo un ruido muy fuerte, así que corrieron desesperados, mientras gritaban por el espanto. “Me siento triste porque mis papás trabajaron duro para tener esas cosas. Por suerte todos salimos bien. Ahora solo queda continuar”.
Antes de finalizar, Bruno menciona que “ahora lo que más quiero es salir de la ciudad, irnos a Lima o a algún lugar lejos de acá”.
Noemí Balavarca Vega, 35 años
Joven madre de una niña que ya no tiene su uniforme escolar. Dueña de animalitos muertos y que ahora, menciona, no tiene qué comer, ni donde dormir. “El cerro se vino abajo y la casa donde siempre hemos vivido ya no existe. Vivíamos 6 personas. Mi mamá estaba afuera y ella gritó diciendo que el cerro se caía”, menciona al recordar el momento que, según sus palabras, la marcará para siempre.
“Hemos salido sin nada. Con la ropa que teníamos. Ahora no tenemos ni cambio, ni comida, ni para dormir, ni siquiera una colcha. Ahora mi hija no tiene su uniforme, ni útiles, todo lo ha aplastado el cerro”, rememora mientras no puede evitar que se le caigan las lágrimas.
“Teníamos cuyes, gallinas, chanchos y todo se ha perdido. Todos corrían, con el polvo no podíamos respirar, toda la gente corría, ancianos, niños, bebes, pisando a los que no podían correr”.
Andrés laurente Pozo, 84 años
“El cerro se cae, gritaron y yo no les creí. Pero al escuchar a la gente, al verlos correr es cuando me di cuenta que era real. Fue allí que mi hijo y un vecino me cargaron y ellos salvaron mi vida”.
Mi casa, comenda don Andrés, ahora es una pampa, todo plano. He perdido todo, me he quedado sin nada, sin mis animalitos, ni mi mascota. “Vivíamos 8 personas y ahora nos hemos quedado sin casa”.
Albina Damián Cruz, 83 años
“Hemos estado sentados en la puerta de la casa y cayeron dos piedras… luego vino el polvo que me cubrió, y empecé a correr”, recuerda doña Albina.
“Mi casa se ha terminado. Mis animales se han terminado. Mis 3 chanchos, mis 10 gallinas, mis cuyes, todo se han terminado” (sic) al narrar sus pérdidas, se cubre el rostro para empezar a allorar.
“Vivía con mi esposo y mis hijos. Todos estamos bien, pero hemos perdido todo. Hubo mucho ruido cuando cayeron las piedras. Al escapar me caí y me tapó de polvo la boca, la nariz y me desmayé en medio del polvo”.